Pilar e Isabel. Mario y Jaime. Dos madres que inician una relación. Dos hijos de 13 años. Una nueva unidad familiar y unas vacaciones de verano en las que esperan que sus hijos logren entender su amor, y puedan conectar y aceptarse como lo que van a tener que ser: hermanos.

Al principio la sola idea de que les obliguen a compartir habitación es una fuente de conflicto. Pero poco a poco, Mario y Jaime empiezan a entenderse, e incluso a acompañarse en su despertar sexual. Y lo que parece un simple juego, algo propio de la preadolescencia, va dando pasa a otro tipo de despertar: el de los sentimientos.

¿Se están enamorando? No, eso no puede ser. Ellas han tenido que esperar y sufrir mucho para estar juntas. Es su momento. Sus hijos tienen que ser hermanos. Nada más que eso. Solo eso.